¿Y qué tendrá de bueno lo malo? ¿Qué tendrá de bueno para que se hable tanto de las desgracias que le ocurren a uno, a los hijos, al vecino? Llevo días cociendo la cuestión, pero me ha quedado cruda.
Para entender bien de qué hablo, y por poner un ejemplo, basta con sentarse entre un grupito de abuelitas tomando el fresco en la calle y empezar con la frase estrella (según temporada): “¡Y qué calor, ¿eh?” A lo que seguro seguirá un “¡Ay sí, hija! Yo es que no puedo ni moverme, tengo las piernas fatal.” A lo que segurísimo se unirá otra que tendrá:
a) el mismo problema,
b) el mismo problema pero tendrá un súper remedio que el doctor xxx del pueblo xxx le habrá recetado,
c) una amiga con el mismo problema,
d) alguien que ni él/ella conoce pero que también tiene el mismo problema.
Y al final resulta que se ha montado una jauría de desgraciados que es demasiado.
El caso es que me empecé a plantear el tema una tarde que volvía alegremente a mi casa en bus, en el corto trayecto que va de Travessera de Gracia hasta la plaza Lesseps, y me senté frente a dos abuelas (digo abuelas no por su edad sino porque hablaban de sus respectivas nietas) que conversaban alegremente de desgracias. De los peligros que sus nietas podían encontrarse “hoy en día” por la calle, que iban desde un tirón hasta un empujón para meterlas en un coche (y abrevio mucho); de ahí pasaron a hablar de los maltratadotes y de las pobres mujeres que morían en sus manos, añadiendo una de ellas con esa cara de estar de vueltas en todo que si pudiera ella esperaría a que el indeseable marido saliera de la cárcel y se lo “cargaría” con sus propias manos. Lo último que escuché estaba relacionado con el “Tomate” y la Pantoja y la cárcel. A cada frase de una la otra asentía con cara de grandeza, y el pecho se les hinchaba de un sentimiento de orgullo, porque sabían de la vida. Radiaban. Las dos abuelas se sentían más cerca la una de la otra a juzgar por el brazo que le pasó por los hombros la que tenía el aspecto más… juvenil. ¡Valientes morbosas! Me dejaron atónita, capaz de una única reacción que fue la de desternillarme de risa al bajar del autobús en la plaza Lesseps.
Y por eso me pregunto: ¿qué tendrá de bueno lo malo? ¿Que en todo lo malo hay siempre algo bueno, y que por miedo a encontrar lo malo que hay en lo bueno prefieren evitarlo?
Mal vamos. Cotillas.
miércoles, 25 de junio de 2008
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10 comentarios:
Son cosas de la edad, y lo digo sin ironías ni tono despectivo que valga. Son cosas de la edad, además se dan en cualquier sitio.
Por cierto, Lesseps, esa bonita plaza...
Menuda plaza la de Lesseps... ¡Tenerla que cruzar cada mañana es una odisea! Almenos me escapo de la rutina, nunca sé a qué hora llegaré al trabajo...
Respecto a lo de la edad claro, seguro que es el factor de impacto. Y qué miedo...
Luego vuelves a trabajar, me alegro. Un petonàs molt fort.
PD: Sí qué da miedo, yo lo llevo fatal desde siempre.
Pues nunca me había parado a pensar en ese gusto morboso de mucha gente, pero es bien cierto.
Lo que no sé es cómo resististe sin reír hasta bajarte.
(Yo me he prohibido escuchar conversaciones ajenas en lugares públicos hasta que no sea capaz de controlar mi risa)
Un besote.
lesseps, esa ¿bonita? plaza
supongo que es irónico
algunos tratamos de no oír
por pura salud mental
Me imagino toda la conversación, sin desperdicio, vaya. Sí, ¿qué tendrá lo malo que siempre se tiende a hablar de lo mismo y que todos los males se contagian?
Me he reido un rato leyendo esta entrada.
Un abrazo
Me alegro mucho de que hayas pasado un buen rato. Yo creo que a parte de la edad, como decía Jove, el aburrimiento tiene mucho que ver...
Espero que tu viaje por tierras peruanas esté yendo de maravilla, aunque por lo que nos comentas en tu blog, ¡eso parece!
Un beso
Ayer en el autobús y escuchando las conversaciones de la gente (no ya entre ellos sino individualmente hablando por teléfono, un par de señoras a izquierda y derecha) me acordé mucho de ti y de este post.
Cuento breve:
El hombre entra al negocio porque quiere comprar una mesa. Es una mueblería, pero no antigua. Le ofrecen de varios tipos y modelos, pero el hombre no se decide y se va.
... ¿Y acabó comiendo sobre cajas de cartón?
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