miércoles, 25 de junio de 2008

Històries al bus

¿Y qué tendrá de bueno lo malo? ¿Qué tendrá de bueno para que se hable tanto de las desgracias que le ocurren a uno, a los hijos, al vecino? Llevo días cociendo la cuestión, pero me ha quedado cruda.
Para entender bien de qué hablo, y por poner un ejemplo, basta con sentarse entre un grupito de abuelitas tomando el fresco en la calle y empezar con la frase estrella (según temporada): “¡Y qué calor, ¿eh?” A lo que seguro seguirá un “¡Ay sí, hija! Yo es que no puedo ni moverme, tengo las piernas fatal.” A lo que segurísimo se unirá otra que tendrá:

a) el mismo problema,
b) el mismo problema pero tendrá un súper remedio que el doctor xxx del pueblo xxx le habrá recetado,
c) una amiga con el mismo problema,
d) alguien que ni él/ella conoce pero que también tiene el mismo problema.

Y al final resulta que se ha montado una jauría de desgraciados que es demasiado.

El caso es que me empecé a plantear el tema una tarde que volvía alegremente a mi casa en bus, en el corto trayecto que va de Travessera de Gracia hasta la plaza Lesseps, y me senté frente a dos abuelas (digo abuelas no por su edad sino porque hablaban de sus respectivas nietas) que conversaban alegremente de desgracias. De los peligros que sus nietas podían encontrarse “hoy en día” por la calle, que iban desde un tirón hasta un empujón para meterlas en un coche (y abrevio mucho); de ahí pasaron a hablar de los maltratadotes y de las pobres mujeres que morían en sus manos, añadiendo una de ellas con esa cara de estar de vueltas en todo que si pudiera ella esperaría a que el indeseable marido saliera de la cárcel y se lo “cargaría” con sus propias manos. Lo último que escuché estaba relacionado con el “Tomate” y la Pantoja y la cárcel. A cada frase de una la otra asentía con cara de grandeza, y el pecho se les hinchaba de un sentimiento de orgullo, porque sabían de la vida. Radiaban. Las dos abuelas se sentían más cerca la una de la otra a juzgar por el brazo que le pasó por los hombros la que tenía el aspecto más… juvenil. ¡Valientes morbosas! Me dejaron atónita, capaz de una única reacción que fue la de desternillarme de risa al bajar del autobús en la plaza Lesseps.

Y por eso me pregunto: ¿qué tendrá de bueno lo malo? ¿Que en todo lo malo hay siempre algo bueno, y que por miedo a encontrar lo malo que hay en lo bueno prefieren evitarlo?
Mal vamos. Cotillas.

lunes, 23 de junio de 2008

La mare de la ciència


Esperaba abrir la puerta y que estuviera ordenando los libros, pero la estantería sigue tal cual la dejé esta mañana. Ese sol radiante que hoy brilla fríamente se cuela por entre los espacios en blanco de páginas vacías, vacías.
Llenaría los ojos de lágrimas azules y verdes y añoranzas, sin embargo algo las clava en una espera paciente pero intranquila, como agridulce. Odio lo agridulce. Detesto las medias tintas. No soporto las esperas. No sé ser paciente.